miércoles, 11 de agosto de 2010

Terrario (II): Señas de Identidad


Susana se despereza en la cama, estira los brazos, entreabre un ojo.
Roberto dice: ¿Te apetece que repitamos?
María dice: ¿Soy la primera?
Javi dice: ¡Buenos días, princesa!
Gonza dice: Lo siento, nunca me había pasado

Mira hacia la ventana, saca una pierna de entre las sábanas, ronronea perezosamente.
Roberto no dice nada.
María dice: ¿Puedo fumar?
Javi dice: He soñado con un grifo abierto, luego ha resultado ser la cara de un amigo de mi hermano que cantaba una canción horrible sobre una ballena. Acerca de, no encima de ella.
Gonza dice: ¿Quieres dar un paseo por el Retiro hoy?

Va al baño; se sienta a hacer pis, pero contiene las ganas un segundo y escucha por la ventana del patio para adivinar la hora que es por los ruidos de las cocinas, de los baños.
Roberto dice: ¿Qué te pasa, te ha comido la lengua el gato?
María dice: No debíamos haber hecho esta tontería. Ya no tenemos quince años.
Javi no dice nada, silba una melodía como de jazz, de la que sólo se sabe 5 segundos, que repite incesantemente; se exaspera, vuelve a empezar.
Gonza dice: Oye, de verdad que lo siento. Estoy un poco estresado estos días, sólo es eso.

Termina de hacer pis, se lava la cara despacio, se mira al espejo. Una niña pequeña vocifera desde el tercero ("¡Mama, Armstrons se ha hecho caca en las gafas de papá, guarro!")
Roberto dice: Oye mira, si esta noche quieres que quedemos, me llamas, ok?
María dice: Tengo que irme. Luego hablamos.
Javi dice: Satchmo haciendo de las suyas...viva Vivaldi, dime si no es ecolalia esto que pasa aquí y ahora, incluso en la casa de tus vecinos.
Gonza dice: ¿Quedamos esta tarde y damos una vuelta por el centro?

Sale de la ducha, envuelta en una toalla lila y en perfumes como de rocas saladas.
Roberto se ha ido y ha dejado un post-it con su número.
María ha dejado la colilla aplastada como un insecto en el cuenco de cerámica de colores.
Javi ha dibujado en el espejo un mapa del barrio con instrucciones para encontrar un tesoro. Las instrucciones terminan en el bloque donde él vive.
Gonza se ha ido sin hacer ruido, cerrando la puerta con cuidado.

Susana abre la ventana, respira el aire hondo de la calle y se recuesta de nuevo sobre la cama con un café con leche, y recuerda con una sonrisa complacida la noche que ha dejado atrás, lista para afrontar la incertidumbre de la floresta asfaltada un nuevo día.

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