jueves, 21 de mayo de 2009

Estos mundos (II): No Complaints


¿Qué nos ha enseñado el pasado?
Una vez experimentada la inutilidad de tratar de agarrar por las solapas al tiempo (pero el tiempo, ese polvo fino cayendo sobre la cara y las manos, esa trampa), de exigir conductas o acciones ante el sabor a hueso molido de los días, seguimos, tercos, rindiendo pleitesía a las adversidades. Entendiendo adversidades como esa crispación en la boca de los dedos, esa concreción en la punta del estómago de que algo va realmente mal (con perdón del uso tan ex-hoc de un lenguaje tan burdo); en el sentido menos fatalista de la palabra: todos aquellos objetos reales o metafóricos (o supuestos, o inventados) que chocan de frente con nuestras expectativas, si alguna vez tuvimos alguna.
Seguimos quejándonos, dejando la moqueta perdida de mocos y babas.

Dejemos de ser los aprendices obtusos, mandemos la ingenuidad (en su acepción de desconocimiento, no de naïveness) con los ojos vendados a cruzar la borda. No cambiaremos el mundo, no mientras no intercambiemos papeles y el rebaño se componga mayoritariamente de lobos.

¿Aprendimos algo del pasado? Leimos los libros de historia, anotamos en nuestras agendas los errores, pero ilusos, estudiantes al ralentí, seguimos rompiéndonos las uñas contra la pared sin llegar nunca a aprehender que detrás no hay nada, nein, nothing; detrás nos espera una suave oquedad con los dientes preparados.

Si la queja y la acción son tentativas vanas, mejor abandonarse. Mejor hacer amistad con los opiliones o las moscas; mejor ser cómplice activo que mártir, dejar pasar el tiempo tejiendo y destejiendo (penelopianamente, si nos gusta la mitología clásica) pequeñas teselas cotidianas. Mejor hacer vida de la rutina, buscar el existencialismo y la tatigkeit en una caricia, en coincidencias puramente ortogonales con las que inventar destinos comunes. Been here, done that. Pero en futuro (perfecto).
Entregar, en fin, toda una vida al extrañamiento de lo minúsculo, al misterio que esconden los actos más sencillos. Exprimamos la oquedad, devorémosla antes de que nos aplaste.

Aprendemos bien poco del pasado, organismos torpes e imperfectos.

Sin embargo, vamos progresando. La felicidad nos espera ahi al lado, a apenas cuatro meses de distancia. Y qué es eso al lado de toda una vida.

Vamos progresando, claro que sí (repetir dos veces al día; duración del tratamiento, etc).




Imagen: Drawing Hands. Escher, 1948.

1 comentario:

  1. Eres un genio.

    Qu'e casualidad, por cierto, mi felicidad tambi'en me espera a menos de 4 meses de distancia...

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