Llegó con ademán triste un día y se sentó en una esquina de esas mismas escaleras, para no estorbar. Había un orgullo altivo en sus ojos, pero siempre bajaba la cabeza cuando pasaba alguien a su lado.
Hoy no había rastro de sus ropas ajadas, su mirada de heroína y humo, cansancio y asfalto.
Se lo habrá llevado el viento y el frío, como a un puñado de hojas secas.
10 Octubre 2009
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