domingo, 4 de octubre de 2009

Machina (IV): De lo Nuevo y De lo Viejo.

El secreto de la felicidad apunta, a pesar de lo que afirmen algunas personas, a una constante renovación del entorno: manteniendo unas constantes vitales constantes que configuren un armazón compacto, introducir de a poco pequeñas variaciones, retos estimulantes que nos empujen a un estado de cavitación interna, de remodelado estocástico de las sensaciones. Una especie de entropía perceptiva y proprioceptiva, si se me permite el doble símil.

La clave de este secreto, a su vez, nos es incospícua de nuevo. ¿Qué tendrán que ver las células con los cometas, los microscopios con las singularidades gravitacionales? Lo inalcanzable de sus maravillas, la absoluta incomprensión de los misterios que eluden nuestra mirada miope, imprecisa...

En un ocaso ocre me dejara llevar por el suave murmullo de una conversación sin hora de caducidad, en una conjunción de singularidades de las que, sin saberlo, te refrescan la perspectiva, soplo de aire fresco a los facultades mentales adormecidas por la falta de ejercicio y el exceso de atrición del punto de mira.

Como los astros, como las diminutas maravillas de arquitectura biológica, los amigos son un tesoro pocas veces valorado como se merece.

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