martes, 14 de julio de 2009

El Horror (III): Los Trueques Sutiles

Me miro al espejo.

Tengo un vértigo como de mí mismo.
Tengo ganas de olvidarme de todo, de abandonarme al suave rumor de las horas, pero cada instante se me clava en la espalda.

Sé que en algún momento hubo Ciudad, que fui feliz en tierras remotas, pero ahora sólo estoy hecho de cenizas, de renuncias que no llegan a concretarse en algo sólido.

Si por lo menos fuera capaz de volverme loco, de quemar las naves. Pero aquí estoy, vomitando palabras como quejidos herrumbrosos en lugar de cortarme las venas.

En qué momento mis pisadas dejaron de echar sus trenzas a volar.
Siento ahora el peso de los días, la corteza de lo cotidiano rezumando hastío.

En qué momento la realidad se devaluó hasta perder por completo su significado.

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