domingo, 5 de abril de 2009

Otros Mundos (I): Crisálida.




Pequeños seres hidrofóbicos, así es como somos inventados. Es por eso que nos recubrimos de una capa impermeable, translúcida, nuestra pequeña aportación a la fiesta de disfraces.



Creyéndonos implacables, súmamente cazadores, vestimos formas de horror o fantasía, adoptamos conductas acordes con nuestra apariencia: el espíritu de la crisálida.


Pero al ritmo de los pulsos que laten aquí abajo en la zona (ciudad, charco), sentimos de pronto la necesidad de escapar de esta marea sorda de sonidos, esta orquesta luminiscente bajo el agua. Así pues, empujamos nuestra frente cuando sentimos esa llamada, contra la fría pared semitransparente (es en esos momentos cuando sentimos más intensamente la levedad de nuestro disfraz): sólo entonces, empujando aplicadamente contra el aire duro conteniendo la respiración, conseguimos despojarnos de lo que nos ata a esta hamaca de gritos templados, nos arrancamos a nosotros mismos de la blanda aceptación del mundo-charco y nos lanzamos contra este otro cristal falso, nos incrustamos ingenuos en el sucio paralelepípedo resonante de lamidos en la oscuridad, frágil cábala de absurdas (e inútiles) dimensiones, creyendo así lanzarnos hacia la vida, cuando lo único que nos espera ahí fuera para acunarnos con sus brazos abiertos, es la muerte.




(Imagen: Crisálida 9755, Jose Luis Álvarez)

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