jueves, 1 de julio de 2010

Fondos de armario (II): El temblor de la carne.

Este parque negro en el que me siento a escuchar la noche desprende un aroma demencial. Hay ruidos de sirenas, condescendencia de los árboles hacia todo lo que se expande ahí fuera gritando. Sombra, astrolabio, clepsidra, todos nombres susurrantes.

Y yo aquí sentado, rumiando, postulando el aborto del demiurgo.

El suelo se desdobla, emite carcajadas simiescas. De las rocas diminutas del suelo surge una mujer desnuda. Grita, empuja una calavera con la cabeza. Se retuerce entre el polvo, se sumerje entre la doble capa como un pez reseco.

"Soy lo que quise ser, más el dolor de serlo", dice un hombre a su espalda. Está vestido, y eso ya constituye toda una ofensa a la armonía de la escena.

Anochece; y sin embargo la escena es bastante luminosa, o tal vez sea más correcto decir clarificadora.

Las farolas gritan canciones piratas de amor, de sirenas. Los buitres revolotean entre los cadáveres, sin tocarlos.

5/04/2008

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