miércoles, 28 de julio de 2010

Otros Mundos (VIII): Transmission/Error





Las líneas de las calles convergían configurando un punto de fuga que quedaba fuera del alcance de nuestros ojos.
Solitarios, funambulistas, dejamos que la tarde nos llevara de la mano a corredores de putas desdentadas recubiertas de maquillaje barato y graffittis ilegibles en las paredes, ecos de gritos que ya no significan nada.

Guardábamos un minuto de silencio.
Entonces, todo implosionó. Nos emborrachamos de arte, de himnos en lenguas germánicas.

Fuimos los reyes de las calles, a pesar de que nuestras zapatillas tenían las suelas roídas.

jueves, 8 de julio de 2010

El Horror (IV): En Blanco


Los días se diluyen como ceniza en un vaso. Cada horizonte que entreveíamos ha resultado ser un poso de alga, de isla sin náufrago.
Me encierro.
Pienso en tí como en una gota indisoluble, crisol de brumas y de hueso molido.

Ato unas palabras con una roca y sin embargo nunca me atrevo a lanzarlas al mar. Cada cosa que escribo huele a sobada, a vieja leyendo un tarot barato. Compro periódicos usados, y con ellos construyo una nueva biblioteca. Guardo balas de cobre y de barro en un cajón con llave; son las balas que usará cualquier otra persona, pero no yo, y menos con este disfraz de falso escritor, de falso suicida.

Mastico literatura como quien busca un tesoro inexistente; me canso, en definitiva.


Reconozco (y eso no va a salvarme, ni mucho menos, de los arañazos en las entrañas) que estoy en blanco.

jueves, 1 de julio de 2010

Fondos de armario (II): El temblor de la carne.

Este parque negro en el que me siento a escuchar la noche desprende un aroma demencial. Hay ruidos de sirenas, condescendencia de los árboles hacia todo lo que se expande ahí fuera gritando. Sombra, astrolabio, clepsidra, todos nombres susurrantes.

Y yo aquí sentado, rumiando, postulando el aborto del demiurgo.

El suelo se desdobla, emite carcajadas simiescas. De las rocas diminutas del suelo surge una mujer desnuda. Grita, empuja una calavera con la cabeza. Se retuerce entre el polvo, se sumerje entre la doble capa como un pez reseco.

"Soy lo que quise ser, más el dolor de serlo", dice un hombre a su espalda. Está vestido, y eso ya constituye toda una ofensa a la armonía de la escena.

Anochece; y sin embargo la escena es bastante luminosa, o tal vez sea más correcto decir clarificadora.

Las farolas gritan canciones piratas de amor, de sirenas. Los buitres revolotean entre los cadáveres, sin tocarlos.

5/04/2008